En la Oscuridad qué me atormentaba.
En soledad que me asolaba,
nadie vio mis lágrimas,
nadie escuchó mi gemir.
Nadie vio como mi alma sangraba,
nadie vio como la oscuridad me abrazaba.
Nadie vio cómo moría,
nadie escuchó cómo a mi alma maldecía.
Nadie vio mi oscuridad.
Nadie podía leer mi corazón.
Nadie entendía por qué sufría,
nadie descifraba el secreto de mi agonía.
Nadie supo que le faltaba a mi vida.
Nadie podía llenar tal vacío.
Pero en mi dolor,
hubo Uno que tejió mis lágrimas
y con sus manos preparó manto de salvación.
Muchas veces escuché su Nombre,
Y no lo vi llegar.
Tocaba a mi puerta,
pero en mi terquedad
Su dulce voz no quice escuchar.
Llamama su nombre,
Y Él me decía: "Hijo mío, soy Jesús, Aquí estoy",
Pero mi mente se interpusieron telarañas de comodidad.
Sombras de inseguridad,
Marchaban en el interior.
Mi alma estaba condenada
Por rechazar a mi Salvador.
Recorrí el mundo y las culturas, buscando a ese Dios,
Pero en mi rebeldía solo hallé una terrible confusión.
Mi alma gemia por Él,
Pero razones humanas,
Malévolas artimañas
Me alejaron de Creer.
Pero, en mi vida algo sucedió.
Lágrimas de humillación me acercaron al perfecto Amor.
A través de mi humillación,
comencé a ver la cercanía del Único Dios,
Jehová, Yahveh, Elohim, Hashem, Adonaí.
Comprendí que no es lo mismo contemplar el sol desde las sombras,
a dejar todo lo que eres a un lado para que la luz del Único te cubra.
Jamás el oro ni la plata,
Podrán comprar la satisfacción
De saber que somos merecedores
De la gracia de su eternidad.
Por eso nunca me olvidaré
Del poder de trasformación
Del Dios que en el mundo no encontré,
Porque siempre estuvo dentro,
En lo profundo de mi ser.
Daniel 4:2
Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
Yo lo declaro, sólo Dios hizo lo imposible.
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