Vuelve a mí, a tu lugar,
y revélame el secreto para amar en la oscuridad.
Muéstrale a este hombre el poder de la Resurrección:
porque la vida se hizo para vivirla, y que nadie diga que ella vive sobre vosotros;
porque el camino se creó para caminarlo y que nadie mencione de zapatos rotos:
pues el amor está en nosotros: toma la llave del perdón y abre el cerrojo.
Regresa aquí, a este podio,
y enséñame el sendero para encontrar el perdón en la soledad.
Pues necesito callar para honrar al silencio
y hablar para honrar la verdad:
¿Qué será del mundo sin amor y que será de mí alma sin perdón?
Pues el umbral hacia la comprensión es pequeño y nos atascamos;
Pero sin embargo, el umbral hacia la gracia es grande
y no hay filas ni engaños.
Llévame allá, a esa estancia,
hacia aquel lugar donde el tiempo no es tiempo
y el amor no está dispuesto a esperar.
Deseo alcanzar la intersección de la perfección que nadie contempla:
olvidar las preguntas que no merecen respuesta.
Estar en aquel aposento, donde añoro morar:
pues el recuerdo es mi sufrimiento y las Lágrimas de Sangre son el precio apagar.
Vuelve a mí y dame la fuerza:
Viento incógnito que nada se lamenta.
Vuelve a este podio y envíame la sinfonía:
Palabras perpetúas que a mi alma guían.
Vuelve a esta estancia y entrégame la esperanza:
Agua pura que purifica nuestra casa.
Vuelve a mí y enséñame el valor del perdón:
Luz radiante sembrada en lo más profundo del corazón.
¡Recíbelo todo!
¡Recibe la fuerza!
¡Porque el futuro es ahora: perdóname!
¡Y el pasado fue ayer: no me odies,
¡Ámame!...
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